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Cuaresma, un camino para recorrer en oración



La cuaresma es un tiempo muy importante en la Iglesia, pues es una invitación a hacer un alto en nuestra vida, revisar cómo vamos, y de esa manera cambiar de mentalidad, convertirnos (esto es, volver al Padre, volver al Señor con todo el corazón y con toda la vida). Esto es parte fundamental de la vida espiritual.


Ahora bien, hay que tener presente que la vida espiritual es un proceso, el cual no es lineal en el sentido de que cada vez que se avanza no hay retorno. También está el riesgo de retroceder. Por eso es muy importante siempre tener cuidado, estar vigilantes, atentos, en vela, pues como dice Jesús en el Evangelio según San Mateo: “Velad y orad para no caer en tentación” (Mt 26, 41).


La clave estará, pues, en caminar en la presencia de Dios. Así es, ya que una imagen de la Cuaresma es que ésta es un camino. En este tiempo tan especial cada persona debe saberse, sentirse y experimentarse de camino. Un camino que en ocasiones se recorre con gozo, paz, consolación, pero que otras veces se vuelve árido, difícil, desolado.


Pues bien, para recorrer este camino, la Iglesia propone tres elementos que nos ayudan a recorrerlo: limosna, ayuno y oración. En esta reflexión haremos énfasis en la oración, teniendo como referencia a una maestra en estos asuntos, Santa Teresa de Jesús.


Lo primero que debemos tener presente es que todos sabemos orar, todos podemos relacionarnos con Dios. Él nos ha hecho capaces de ello. La clave está en reconocer que hay tantas formas de orar como personas en el mundo, ya que cada uno tenemos nuestra manera de relacionarnos con Dios y con los demás. De ahí la importancia de que cada persona ore y vaya descubriendo los caminos por los cuales Dios quiere unirse con quien ora.


Ahora bien, lo más importante no es tanto la manera de hacerlo, si no estar abiertos al Espíritu y pedir su presencia para que sea Él el que ore en nosotros. Sea cual sea la forma, la oración es siempre una actitud profunda del corazón, es en esa actitud donde nos encontramos con el Señor.


Para Santa Teresa, la oración es un trato de amistad, estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama. Aquí es clave identificar quién habla, qué habla, y con quién habla. Es, pues, un trato entre dos personas que tiene las mismas reglas de la amistad[1]. A continuación te presentamos algunos elementos que te pueden dar algunas luces para tu oración a la luz de Teresa:


  • Dedicar tiempo: es lo primero que hacemos cuando queremos conocer a alguien: hablar por teléfono, salir a tomar un café, etc. Para hacernos amigos de Jesús, también necesitamos apartar todos los días un tiempo para él. ¿Cómo haces tiempo para Dios?

  • Conocer y dejarse conocer: la frecuencia con el trato permite conocernos y conocer a la otra persona y eso va fortaleciendo la amistad. Jesús nos conoce mejor que nosotros mismos; en la oración podemos irlo conociendo a él y aprender qué le gusta, cuáles son sus sentimientos, cómo ama. Vivir cada día acompañado de Jesús también nos ayuda a conocernos y a conocerlo mejor.

  • Escuchar: dicen que tenemos una boca y dos orejas porque debemos escuchar el doble de lo que hablamos. El mejor regalo que podemos dar a nuestro amigo es nuestra atención completa. Por ello no llenes tu oración de tus palabras y peticiones. Haz silencio y escucha.

  • Apreciar las similitudes: Jesús es Dios encarnado. Como humano supo lo que es el dolor, la enfermedad, el hambre, el cansancio, la muerte. Por eso podemos expresarle con toda libertad nuestras necesidades: Él ha vivido en la tierra y nos comprende.

  • Perdón: A veces, sin quererlo, lastimamos a las personas que amamos. El perdón permite reparar una relación que se ha dañado por una acción incorrecta, y nos libera del rencor y el resentimiento, y nos ayuda a vivir con alegría y libertad. Jesús nos dejó el regalo del perdón en el sacramento de la reconciliación. Como a Pedro, no nos echa en cara nuestras equivocaciones, sino que nos expresa y confirma su amor.

  • Expresar gratitud: A los principiantes en la oración, Santa Teresa nos aconseja despertar el amor. Ella descubrió que el amor se hace más fuerte cuando reconozco lo que el otro me ha dado y le expreso gratitud. En la oración conviene recordar todo lo que hemos recibido de Dios, meditar el evangelio, agradecer todo lo que Jesús pasó por nosotros para salvarnos.

  • Dejarse transformar: ¿te has dado cuenta de que las personas que son muy amigas se parecen? Quizá no físicamente, pero dicen expresiones o gestos que se hacen similares. En la amistad con Jesús esto se da de manera muy notable. Al conocerlo y vivir acompañado de él puedo aprender a poner amor en todos los aspectos de mi vida y eso va poco a poco mejorando la manera de relacionarme con los demás, las decisiones que tomo e incluso la relación conmigo mismo.

  • Realizar pequeños actos de bondad: Una de las maneras de mostrar a otro que lo queremos es buscar su contento. Jesús aprecia el tiempo que le dedicamos, pero más aún valora que como él amemos al prójimo y lo expresemos con obras concretas.

  • Compartir un proyecto: las amistades se hacen más fuertes cuando tenemos un proyecto común. Esto nos ayuda a conocernos mejor. Jesús invita a todos sus amigos a su proyecto: construir el Reino de Dios en la tierra. Al colaborar con este proyecto podemos ir conociendo mejor a Jesús y crecer como personas, al emplear nuestras capacidades y talentos al servicio de Dios.

  • Poner todo en común: Jesús nos enseña que lo importante no es tener poco o mucho, sino que poner en común lo que tengamos enriquece a todos. Es vivir la vida como una fiesta, en la cual cada uno pone en las relaciones, en el trabajo o en los proyectos lo mejor de sí mismo, y así se enriquecen con los talentos y capacidades de todos. Poner todo en común es vivir con las manos abiertas para dar y para aceptar lo que los otros puedan darme. Es vivir con generosidad, que Jesús llevó al extremo al dar la vida por nosotros.

  • Esperanza: Para que una relación sea duradera, es necesario tener esperanza. A veces nos enredamos en los asuntos cotidianos y descuidamos la amistad. Pero si ha habido un auténtico conocimiento mutuo, podemos estar seguros de que la amistad tiene futuro, que a pesar del tiempo o la distancia se mantendrá viva. Jesús tiene una profunda esperanza en nosotros, nos conoce y nos tiende la mano para que a pesar de las dificultades sigamos en amistad con él. Toma tiempo crecer en el amor, pero tenemos un futuro juntos.


Por último, tengamos presente en este camino de Cuaresma que la oración nos ayudará a reconocer al Señor en los hermanos, especialmente en los más pobres y necesitados, a ser reflejos de la misericordia de Dios con los demás, a estar en el corazón de Jesús y como él entregar la vida hasta el extremo.



[1] Basado en un texto de Claudia Morales Cueto sobre la oración en Santa Teresa de Jesús.


 
 
 
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