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Espiritualidad Hoy


Hablar de espiritualidad hoy, nos remite automáticamente a un mundo de esencias, baritas de incienso, libros de ayuda y ejercicios de meditación y concentración como el yoga, etc. Hemos llegado a identificar la espiritualidad con todos estos medios y métodos que son la combinación de sentirse bien y como dicen algunos “relax”; pero la pregunta es: ¿realmente esto podría ser espiritualidad?

Ante esta pregunta, hay que reconocer que es cierto que todo esto ha ido copando la significación de esta palabra, a tal punto que hoy identificamos espiritualidad con todo aquello que me promete que yo me sienta bien y relajado, y se cree erróneamente que una persona espiritual es la vive sumergida en todas estas maromas de supuestos espiritualismos, motivo por el cual muchos no se atreven a buscar lo auténticamente espiritual en su vida, perdiendo así la gran posibilidad de proyectar su propio ser de una manera plena.

Cuando uno recurre al diccionario de la Real Academia de la Lengua Española, queda aún más de lejos la comprensión de qué es verdaderamente la espiritualidad, pues nos encontramos con significados como: “Naturaleza y condición espiritual; Cualidad de las cosas espiritualizadas o reducidas a la condición de eclesiásticas; Obra o cosa espiritual” y, por último, “conjunto de ideas referentes a la vida espiritual”[1]. Esto no ayuda mucho para poder descubrir qué es espiritualidad, así que habrá que hacer el camino por otro lado.

Cuando nosotros hablamos del viento, la electricidad y las diferentes ondas que existen en nuestro mundo, lo hacemos muchas veces desde sus efectos, es decir, desde lo que su presencia deja como producto, así es como podemos acercarnos a la espiritualidad, desde sus efectos. Una persona que no tiene espiritualidad vive sólo desde y para el exterior; esta experiencia que suele dejar en el individuo una sensación de angustia o tristeza, generalmente la llamamos vacío. Éste vacío deriva en todas las cosas negativas que podríamos mencionar, pues se vive según el egoísmo personal, y el egoísmo no nos deja vivir con tranquilidad. Aquí vemos los efectos de vivir sin espiritualidad.

Por otro lado, cuando descubrimos esa fuerza interior que nos mueve y nos integra como personas, se ven otros efectos, como son la paz, la fraternidad, la alegría y muchos otros más que se convierten en bien para uno mismo y para los demás. Teniendo presente todos estos efectos de una auténtica espiritualidad, podemos hacer una primera afirmación sobre la misma: sólo aquello que lleve al hombre y a la mujer, a un encuentro íntimo consigo mismo en su interior será lo verdaderamente espiritual, decía Santa Teresa de Jesús a sus monjas: “entendamos en verdad que hay otra cosa más preciosa, sin comparación, dentro de nosotras que lo vemos por fuera. No nos imaginemos huecas en lo interior”[2].

Desde que Jesús mostró al mundo la dignidad del hombre y de la mujer y de manera especial de su interior como lugar de encuentro con Dios como lo dirá en el evangelio, “cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de cerrar la puerta, ora a tu Padre, que está allí, en lo secreto; y tu Padre, que ve lo secreto, te recompensará”[3]; la Iglesia siempre ha buscado acompañar a la humanidad en su proceso de encuentro con Dios, y sobre todo lo ha hecho el Carmelo Descalzo a la luz del testimonio de Santa Teresa de Jesús. El encuentro del ser humano en su interior con el actuar de Dios rebosa en una experiencia de mayor libertad; esa libertad viene acompañada de los frutos de equilibrio, tranquilidad o paz.

En este mundo que cada día está más agitado, las hijas y los hijos de Santa Teresa de Jesús, quieren invitar al hombre y la mujer actual a vivir esta espiritualidad: ellas desde su oración constante, ellos desde su apostolado, apostolado que se diversifica en muchas misiones, como la que hoy realizan en la Arquidiócesis de Bogotá, el Instituto Carmelitano de Espiritualidad. Los carmelitas descalzos y laicos apasionados por la vida espiritual quieren en el Instituto Carmelitano de Espiritualidad apostarle por una espiritualidad encarnada, por una espiritualidad que se pueda vivir en medio de este mundo que cada vez corre más rápido. Están convencidos de que es posible volverse un orante en la ciudad, un hombre y mujer espiritual en todo lo que realizan.

Poder encontrar un espacio así en medio del ritmo de esta gran urbe, en medio de los trabajos, de los estudios o de cualquier actividad que se realiza, es darse la oportunidad de ser libres; por que la espiritualidad implica ser libre desde la propia interioridad. Como unidad que somos, podemos vivir con coherencia y libertad todo lo que vivimos: somos las mismas personas al momento de trabajar, limpiar y comer que al momento de orar, amar y estudiar.

La espiritualidad no es una cosa que la podamos definir, sino que la podemos experimentar, vivir y discernir, es decir, que podemos buscar elementos que nos ayuden a identificarla y luego explotarla en nosotros. Hoy más que nunca se necesita de la espiritualidad y de personas espirituales para poder dar una respuesta a un mundo que sólo se comprende a sí mismo desde el exterior y que precisa ver su interior. La paz, la tranquilidad, el amor y la fidelidad brotarán de un corazón que se ha encontrado a sí mismo y se ha vuelto capaz de ofrecer a los demás un ser integrado y pleno; un ser que, transformado por la experiencia de Dios, cambia cualquier realidad en bendición.

[1] Tomado del diccionario de la RAE http://dle.rae.es/

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